Aug 28, 2007

La historia de Mimí

En navidades del 2001, Mimí, una gata completamente negra, tenía unos 6 años. Por aquel entonces, sus amos E y K se habían separado pero decidieron mantener a Mimí en custodia compartida. Mimí estaba viviendo en casa de K, en Barcelona cuando éste decidió pasar unos días de vacaciones visitando a unos amigos en Madrid. Durante esos días, E iría a cuidar a Mimí. Antes de que K partiera, Mimí mostraba unos leves síntomas de flaqueza, desgana y apatía, pero nada que pudiera presagiar nada serio. Al cabo de unos tres o cuatro días después de que K se hubiera ido, los síntomas de Mimí se habían incrementado muy seriamente, de manera que E decidió llevarla al veterinario de urgencias a eso de las 12 de la noche. Aun en plena época navideña, su veterinario de confianza abrió la consulta de forma excepcional para revisar a Mimí. Había perdido toda la fuerza, no podía mantenerse en pie, ni siquiera aguantar su propia cabeza, parecía moribunda. El veterinario hizo todas las pruebas pertinentes según su experiencia y diagnosticó que Mimí supuestamente padecía una enfermedad hepática de origen desconocido, sin posible tratamiento que garantizase su recuperación. Finalmente aconsejó la eutanasia.


Inmediatamente E llamó a K para contarle todo lo ocurrido y sin pensárselo dos veces, K cogió el primer avión que encontró para Barcelona. Si Mimí tenía que morir, que lo hiciera a su lado. Cuando K llegó, decidió llevarla a otros dos veterinarios para intentar encontrar la causa de la afección y su posible cura. Tampoco sin garantizarle nada, los veterinarios indicaron que podía probar de alimentar a Mimí con una papilla nutritiva especial administrada mediante una jeringuilla. K no podía dejar pasar la más mínima oportunidad para salvar a su querida Mimí. K empezó a alimentarla de esa manera, no sin dificultades ya que al principio, con una mano tenía que aguantarle la cabecita y con la otra mano introducirle cuidadosamente el preparado en su boca procurando que no cayera. Cada tres horas debía repetir esa operación. K no podía reprimir lágrimas de tristeza al ver a Mimí en esas condiciones, pero mantenía su esperanza en lo más alto lo que le daba fuerza para seguir adelante en su empeño. Sus amigos lo llamaban continuamente interesándose por él y por Mimí, y ofreciéndole todo su apoyo. Siguiendo el tratamiento fueron pasando los días, las semanas y Mimí, lentamente empezó a recuperar sus fuerzas, apetito y vitalidad. Al cabo de un mes su recuperación ya era total.

Ahora Mimí tiene unos 11 años. La relación entre K y Mimí, es única. Tienen una capacidad de comunicación y comprensión mutua que sólo ellos conocen. Mimí no se deja coger por nadie más que por K.


Mimí enferma


Mimí un poco mejor


Grandes amigos.


Mimí y sus compañeros de piso.